Estoy en una pieza de una residencial picante, con mayúsculas. Intento dormir. Me doy una vuelta más y de nuevo me enfrento a la pared, infinita de demasiado celeste. Mis ojos no se cierran para dejarme vencer por el sueño. Supongo que es la cama de plaza y media, el calor de un cuerpo al lado mío que me inquieta, extraño y querido, que no se ha repetido en otros cuerpos durante estos meses de separación.
Me doy una vuelta más y me enfrento a su nuca, el pelo casi en mis narices y nuevamente no puedo evitar reconocer su olor. Es como si hubiera encontrado algo perdido. Pienso que el sueño, que debiera embargarme, no va a venir jamás, mientras él se queja por el colon irritable que una vez más lo ha atacado, después del almuerzo. Me levanto y prendo la televisión. Nada interesante, cedo un rato a la tentación de fox, sin volumen, y luego enciendo la lámpara para leer un poco.
Le pregunto si va mejor, y descubro que duerme. Estoy leyendo su libro, anoto y anoto las posibles correcciones – para la segunda edición- , hasta que por fin el sueño me vence. De pronto escucho una conversación sobre alguien que no quiere tener problemas, pero que la mujer – es decir yo- no puede estar ahí. Creo que golpean la puerta, pero el sueño me vence, ya no escucho.
De pronto unos golpes brutales nos despiertan. Me mira y le pido que salga, entonces se pone los pantalones, abre y dice que necesitamos dormir y preguntan si yo me voy a quedar ahí, le devuelven el carné y le dicen que igual debemos pagar dos mil pesos más. En fin. Pagamos. Sólo queremos silencio después de la noche de juerga que pasamos juntos, el alcohol en exceso con todos los brindis por el reencuentro, por su victoria y la mía, la embriaguez de estar juntos, de hablar hasta cansarnos, de la rareza de la vida que nos llevó a celebrar ... cuando tal vez debiera haber sido con otros para ambos.
- Voy a tener que emborracharla esta noche para que siempre se acuerde de cuando ganó la elección en el colegio de periodistas- dijo Jorge a modo de despedida cuando nos marchábamos de la feria del libro.
- Bueno, pero el primer brindis será por el lanzamiento de tu libro- le contesté
Todavía le duele el estómago. Tengo la certeza de que no volveré a dormir. Cada roce, la búsqueda de mis pies con los suyos, mantienen la tensión en todo mi cuerpo, aunque se siente más fuerte en el estómago. He deseado tanto tener el tiempo y la tranquilidad para dormir una siesta así, sin niños, luces ni ruidos, y ahora no puedo. Y es que el deseo, luchando con el sueño y el cansancio, no me deja.
El prende nuevamente la televisión y conversamos sobre el cable. Le apesta Angel, que a mi me gustaría ver y finalmente lo dejo dueño absoluto del control remoto y me hundo en su libro. Le comento pobre tipo, sobre uno de los personajes y me dice que mejor siga leyendo, porque no es tan pobrecito.
Es difícil leer un libro cuando tienes a su autor al lado, más aún si estás enamorada de él. Peor si no se han visto en meses. Las agravantes podrían seguir, como eso de que nos despedimos definitivamente hace algo así como cinco meses atrás, cuando fue al encuentro de otra mujer, en otro país, con la que finalmente se iría a vivir o algo así. Las llamadas eran casi un simple epílogo.
Tras el almuerzo habíamos decidido ir a dormir una siesta, era lo mejor, y después veríamos a donde nos llevaría la vida, a la playa, al desierto o a algún pub. Claro que no teníamos auto, y casi nada de plata, en una pobreza digna de periodistas. Pero era exquisita la tensión de estar juntos, la distensión de ver la televisión. Le pido que me lea, y lo hace un rato, hasta que vuelve a la televisión. Otra veces, en borrador, me había leído partes del libro.
De pronto descubro su mano por mi pecho, tocando los pezones y librándome de los vestigios de ropa. Entonces nos besamos sin apuro. Y entro en esas caricias que me permiten retirar el slip para contemplar su erección en mis manos, y sentir su boca jugando con mis pechos hasta enfrentarnos ojo a ojo, tocándonos y temblando con el mismo oxígeno que va y viene desde su boca a la mía y no hay nada ya que nos detenga para el vértigo, sólo la imagen que enfrenta, casi me puedo adivinar en sus ojos en un reflejo que adivino y que si pudiera realmente ver sé que sería la muerte o Dios.
PD:(Este es un relato literario, que escribí hace un par de años atrás)
15 comentarios:
Exelente relato...encantadísimo de leerlo...solo me pregunto¿Que pasó con el pobre tipo?
Te estoy leyendo.
"Sumemo y no restemo" >>-----> Manolo
Nunca fue un pobre tipo, a pesar de la a veces latente falta de dinero. Bueno, tuvo otras cosas que hacer, lejos de esta ciudad en la que vivo y es una historia larga.
Ese calor en el cuarto pequeño lo pude sentir. No sé porque me imagine estando en Caldera, en una pensión que me recordaba que las paredes de papel no son sólo un hecho en Japón. Me da gusto leerte de nurvo. Hace mucho tiempo que me había desenchufado de la red, pero tuve que volver. Ahora estoy pensando dejar el celular, pero me es imposible, más ahora que tengo un jefe editor que me persigue...
Oye me gusta el ambiente denso, caldeado que le das a la narración, puedo sentir el humo y el alcohol. Debes trabajar los dialogos, seguro que harías un festín con una historia de amor mal correspodida a mi parecer.
Gracias por las 5 rarezas...
Saludos....y cariños.
Ya conocía ese texto, pero pensé que nunca lo ibas a publicar
salu2 dear
he estado en tantas pensiones, me he marchado enojada de ellas, me han echado, he cambiado, una y otra vez de sitios, el lugar que nos rodea parece definirnos, hacernos tomar ciertas características y pensé que pasaría con lo de las pensiones, pero continua ahora son las ciudades.
Mientras la cama este blanda la pensiòn da lo mismo.
saludos
Has estado productiva, y yo he estado en las nubes. A ver cuándo me pongo al día con tus postes, que tienen un aspecto muy interesante.
Dejo saludos
Jessica: Me gusto mucho tu relato. Lo sentí muy confidencial, no sé…
Un abrazo.
Hola Jessica, visitame en el nuevo blog, en bitacoras tenemos problemas para conectar. Te he linkeado.
Saludos.
pues es un hermoso texto... no encuentro mas bellas palabras que esas para calificarlo..
me senti transportada a esa pension..a esa cama... a la television despues de y antes de...
saludos...
Hola futura colega (cuando pague todo, podré decir al fin colega). Acá Oscar, periodista de Calama.
Muy bueno el texto, excepto por el "pobreza digna de periodistas", conozco a muchos periodistas con buena situación, pero pobrícimos de espíritu, responsabilidad social y cariño y viceversa.
Muy bueno el juego entre el pensamiento, los hechos y la realidad.
Bueno que te puedo decir, al igual que burton jamás pensé que publicarias este texto, lo encuentro algo así como una provocación , pero bueno yo ya se que tu estas muy equivocada en muchas cosas, ya no me sorprende ni me dan ganas de pelear y todo eso, y claro es tremendamente confidencial Isabel bertossi...
Cristian Muñoz
Que lindo relato. Me puso triste, porque me imaginé las penas anteriores a ese encuentro, la partida de él al encuentro de otra mujer, las pequeñas agonías por las que habrás pasado esos cinco meses, y, finalmente, la separación que me imgino fué le verdadero epílogo de esta historia.
Buenisimo el último parrafo. Cuando las letras son correctamente conjugadas, el texto se vuelve extraordinariamente real. Saludos!
Genial, soberbiamente genial.
José.
Publicar un comentario