lunes, octubre 31, 2005

Mi foto con Miguel Bosé


Cuando tenía cerca de 13 años, Bosé sonaba en las radios con románticas canciones mientras llevaba una de esas vestimentas que usan los bailarines, todo un espectáculo y una música que realmente me gustaba. No como muchas otras cosas que escuchaba en la radio, pero no sé por qué no lograban identificarme como este español. Mi padre entonces vociferaba en contra de quienes podían vestirse así y tener ciertos gestos que a él le parecían de homosexuales, algo repudiable que a mí me tenía absolutamente sin cuidado. Aún no entendía muy bien de la homofobia y esas cosas.
Pasó el tiempo, y dejé de escucharlo reemplazándolo por música en inglés, en muchos casos, ya que la moda así lo dictaba, luego el rock latino, el rock clásico, el hippie, y como estudié música unos cuantos años, lo docto, y por supuesto lo que me gustaba del canto latinoamericano. Bueno, la diversificación ha incluido todo tipo de ritmos, con el tiempo el jazz y la música latina.
Pero volví a Bosé. Con “El Signo de Caín” descubrí que podía hacerse una música latina con sonidos contemporáneos, mucho más rica. Claro, el amor por ese tiempo me llevaba a pasar por “Si tú no vuelves” como un verdadero himno al amor a distancia que en ese entonces vivía. Así he seguido escuchando a Bosé, viéndolo madurar y llegar a los cincuenta con una propuesta totalmente renovada, que da cuenta de cómo le gusta experimentar, vivir, aprender. Así lo pudimos ver en el recital que dio en Copiapó el martes pasado. Me dio mucha risa como algunas mujeres de edad un tanto avanzada miraban un tanto extrañadas con algunas de las canciones de Velvetina. Especialmente con la del bloque final, que llegaba al trance siempre en un sonido ascendente.
Uno de mis relatos, tal vez el más autobiográfico comienza con una cita de Bosé, sacada de “Sereno” que habla de crecer, de esos momentos en que todo encaja en tu vida, después de las crisis y eres capaz de mirar. “He caído hondo y digo hondo y profundo en las arenas complicadas del crecer”, dice en Sereno cantando en ritmo tecno reflexiones de lo más profundas.
Así que debo confesar que me aproveché de las circunstancias para sacarme en un momento una foto con Bosé. Tuve la sensación a la hora de conocerlo, que podría haberle dicho tantas cosas, pero no era el momento. Los artistas, cuando hablan desde el alma y en mi caso, con alguna inteligencia, te dan la sensación de conocerlos desde siempre, por como se exponen, por lo que muestran de su vida, de sus sensaciones, de sus pensamientos. Es parte de su función y te transmiten algo de su aura, en la que cargan el peso de su fama.
Como periodista, nunca me saqué fotos con ninguno de los entrevistados, pensando en mantener esa distancia propia de la función y abstraerme de sus auras. Pero esta vez fue distinto, jugué a ser una fan, tan simple como eso, que admira a un artista que, por lo demás, fue de lo más simpático.

viernes, octubre 28, 2005

La censura llega a la blogósfera



Los blogs se están comenzando a callar. Más bien los de periodistas. Luego que Mauricio Hoffman destruyó el suyo, debido a razones a las que aludió como prudencia ante como lo reproducían medios escritos, otros hablan de presiones, como Miguel Paz en su post "Querellas, presiones y Mauricio Hoffman" un interesante análisis donde pide opiniones respecto a lo que por estos días se está viendo en los blogs de periodistas.
Al caso de Hoffam se suma uno mucho más grave, el de Victor Hugo Durán, quien fue despedido por contar en su blog las presiones de las compañías tabacaleras para callar informaciones que los perjudicaban. Algo sobre todo esto y la querella de Claro contra Molina y El Mostrador escribí en periodistas copiapinos.
Todo esto apareció también reflejado en la nota de La Nación "Mi libertad termina cuando empieza mi blog", de la cual saqué la imagen.
Un silencio preocupante, que da cuenta de las presiones que siempre hay para quienes viven en el mundo de la información.
Moraleja: Hay que leer prensa negra.

viernes, octubre 21, 2005

Un avance más de la panóptica




El Mercurio señala en su edición de hoy viernes que “impresoras echan al agua a sus dueños”. Según el artículo de Alexis Ibarra, se trata de una imagen que se genera en el documento impreso, oculto, que permite bajo un sistema de barras conocer al menos en la Xerox DocuColor, el número de serie de la impresora. De esta manera, es posible para quienes conocen el código secreto, saber exactamente que impresora fue la autora del documento.
El mismo artículo señala que la Revista “PC Magazine” “había informado el año pasado de la existencia de estos puntos y, según un ejecutivo de la Xerox citado por la revista, era un código secreto que contenía información útil para seguir los pasos de los criminales”.
La organización que lucha por la protección de la privacidad de las personas EFE, descifró el código secreto, pero también trabajan en decodificar también este tipo de barra de puntos arrojado por impresoras Hewlett Packards y otras marcas importantes. De esta manera, desde la panóptica, esa especie de ojo que se extiende para vigilar que se cumplan las normas sociales, se extiende más. Si los edificios comenzaron siendo el primer modelo de la panóptica con sus torres de vigilancia ubicado en puestos claves y diseño ad hoc, la tecnología ha seguido poniendo su cuota: cámaras de vigilancia, posibilidades de escucha y grabación, etc.
Cada sociedad tiene legitimado un cierto grado de panóptica, delegado a los custodios de ciertos valores: comerciales, control del delito, de investigación policial, entre otros. Pero también diversos pensadores partícipes de la teoría de la conspiración o críticos hacia la intromisión de un Estado demasiado vigilador, han predicho situaciones como ésta. El caso de las impresoras que cualquiera compra sin saber el dispositivo de vigilancia que posee, parece un ejemplo para quienes han vaticinado o especulado con este tipo de fenómeno: nunca sabemos hasta que punto estamos vigilados.

martes, octubre 18, 2005

Día del Cine en Atacama sin ninguna sala funcionando


Hoy se celebra el día del cine en Chile, y también en la región de Atacama y por supuesto en Copiapó. Bueno, no es por ser aguafiestas pero me parece que es un tema interesante de analizar, en primer lugar por el cierre del Cine Alhambra, que en un post anterior comento, y en segundo porque me he dado cuenta que la situación de esta industria cultural en nuestra zona merece más que un comentario.
En este momento, en la región de Atacama no hay ningún cine funcionando. Me he dado cuenta en una conversación que es así. En Copiapó, capital regional, estaba el Alhambra con sus quinientas butacas, en Vallenar la Municipalidad se hizo cargo del antiguo cine que actualmente funciona como teatro y exhibe las películas distribuidas en el circuito nacional una vez a la semana. En Diego de Almagro no hay sala que cumpla esta función, mientras que en El Salvador, subvencionado por Codelco también está el sistema de una o dos filmes a la semana. En Chañaral no hay sala de cine, mientras que desconozco la situación en detalle en Huasco, Freirina y Alto del Carmen, pero tengo la impresión que nada hay. Caldera es un caso aparte, que revela parte de las contradicciones de la zona: tiene un festival de cine de lujo durante el verano, mientras que el resto del año no cuentan con acceso al séptimo arte. Comercialmente, a todas luces el cine no es un buen negocio en la región de Atacama.
Sin embargo tenemos audiovisualistas que hacen sus obras, que las muestran a través de proyectos Fondart u otros apoyos en una única función, que yo sepa jamás han estado en el circuito de distribución, obtienen premios en festivales y desarrollan una activa promoción que es destacada especialmente por autoridades a la hora de hablar de los logros en materia artística de nuestra región.
Curioso fenómeno, como para darle una vuelta a la situación de esta industria cultural en este día del cine.

lunes, octubre 17, 2005


“¿No serán todas las esperanzas de los hombres tan grotescas como éstas? Ya que dada la índole del mundo, tenemos esperanzas en acontecimientos que, de producirse, sólo nos proporcionarían frustración y amargura; motivo por el cual los pesimistas se reclutan entre los ex esperanzados, puesto que para tener una visión negra del mundo hay que haber creído antes en él y sus posibilidades. Una vez que resultaron desilusionados, no son constantes y sistemáticamente desesperanzados, si no que, en cierto modo, parecen dispuestos a renovar su esperanza a cada instante, aunque lo disimulen debajo de su negra envoltura de amargados universales, en virtud de una suerte de pudor metafísico; como si el pesimismo, para mantenerse fuerte y siempre vigoroso, necesitase de vez en cuando un nuevo impulso producido por una nueva y brutal desilusión”.

Ernesto Sábato, “Sobre Héroes y Tumbas”.
Quise compartir estas palabras de uno de mis escritores favoritos, Sábato, que me han dado una clave importante en torno a la esperanza y la desesperanza. La foto es mía, de un Jacarandá en la Universidad de Atacama.

viernes, octubre 14, 2005

En defensa de Fuguet


Fuguet por estos días ha vuelto a estar en primera plana luego que estrenara “Se Arrienda”. Por cierto no he visto su opera prima como director, aunque sí he leído las entrevistas que ha dado a El mercurio, La Nación Domingo y The Clinic. Como vivo en una ciudad donde ahora no hay cine, no tengo muchas expectativas de ver prontamente la película, razón por la que voy a hablar más bien de su autor.
Lo leí por primera vez con “Sobredosis” en la edición de Planeta que también tiró a Pablo Azocar con la inolvidable “Natalia” por ahí por el ´99. Dicho sea de paso, dos autores con los que me he quedado a través del tiempo. Me gustó esa forma desenfadada y distinta de hacer literatura de Fuguet, en especial la aproximación que hace a la dictadura con “Pelando a la Rocío”, tan humana, tan real, en un libro que se autoproclamaba con sobredosis también de política y lo que por ese entonces era una literatura que mayoritariamente hablaba de los traumas de la época.
Me gustó y me gusta Fuguet, engancho con su estilo directo, su forma de utilizar el punto de vista interior, de hacerme entrar en los ojos y en la mente de sus personajes. A través del tiempo he ido entendiendo el rechazo que provoca en muchos, que prefieren tildarlo de varias cosas en busca de la descalificación. Creo que se trata más bien de quienes preferirían que a sus campos no entraran narradores como Fuguet, que se nutren de una realidad cercana, que alimentan la literatura con personajes que se desenvuelven en mundos a los que muchos no tenemos acceso, o en algunos casos que tienen referentes cercanos.
Con “Se Arrienda” el tema es conocido. Los idealistas que juraban no transar y que terminan vendiéndose por una posición, un trabajo o lo que ellos valoren. Ejemplos yo también he visto muchos, aunque en la época que yo estudié ya no habían tantos y a la mayoría de mis compañeros les interesaba más el éxito, definido para la mayoría más bien como los quince minutos de fama que Warhol decía que todos merecemos.
Vuelvo a Fuguet. Siempre he sentido su soledad, ese extrañamiento que lo marcó de niño y que a estas alturas comprendo, tal vez gracias a mi propia historia. Porque Fuguet estudia periodismo, pero tiene intereses y un background distinto, y es cuestionado por ello. No lo dejan ser completamente parte de. Cuando hace literatura también lleva a cabo la empresa desde su mirada, hasta entonces bastante divergente, citando a autores norteamericanos que pocos por entonces estaban interesados en mirar, y los escritores parecen defender y resistirse a este nuevo personaje, descalificándolo. Tampoco lo dejan ser parte de ellos. Pero tiene éxito, lo leen y muchos lectores comienzan a valorarlo, lo que también pasa en su ejercicio periodístico. Es periodista, pero también es escritor, y en definitiva un narrador que tiene algo que decir y nadie está dispuesto a valorar su propuesta fácilmente.
Al final, Fuguet como él mismo dice, ha seguido su camino mirando el horizonte y en eso no se ha perdido, siendo más consecuente que muchos de sus compañeros de universidad que cambiaron. Y no es que piense que el cambio sea malo, hay apreciaciones que sólo te las da la madurez, pero eso de no perder el sueño, que ames lo que estás haciendo, o al menos tengas un sentido de vida profundo en lo que haces –trabajo, vida social, un blog, lo que sea- me parece necesario. Y en eso no es fñacil encontrar compañeros de ruta que valoren y entiendan lo que haces, Fuguet al menos ha debido buscar su propia tribu.

Tinta Roja que nos golpea


Dos noticias de la crónica policial copiapina han logrado impactarme, o más bien golpearme si se quiere, en la acepción menos periodística de este término. La primera de ellas fue el trágico hallazgo de una mujer, en su domicilio, junto a su hija, ambas ya sin vida. Se trataba según las primeras indagaciones de un parricidio donde la madre mató a la hija discapacitada mental y luego se suicidó. La forma de hacerlo, además, fue especialmente brutal, como quien actúa en un trance de locura, más que la obra de una macabra premeditación.
Tiendo a pensar que se trata de una madre agotada, deprimida, que perdió absolutamente la razón, la perspectiva y el amor. Más bien tiendo a no poder procesar qué pasó con su rabia, en eso que hizo posible el asesinato de esa manera de la niña encerrada en el cuerpo de una mujer de treinta y un años que probablemente nunca entendió el mundo demasiado.
Sé por experiencia propia que hay momentos muy agotadores cuando se tiene un hijo con discapacidad, y que hay algunos que prefieren huir o no asumir lo que les parece una carga enorme. El caso de Pablo Neruda, por ejemplo, con su hija Malva Marina que padecía de hidrocefalia a la que prefirió olvidar junto a su madre en Europa, pero como dijo Federico II “los grandes hombres no son grandes a todas horas ni en todas las cosas”.
Me contaban que esta niña-mujer asesinada, producto de su deficiencia mental estaba bastante aislada. Una imagen me quedó dando vueltas, la de la niña encerrada en el auto, sola, mientras los padres compraban en la feria.
Estamos acostumbrados a muchas barbaries, esas sofisticadas del mundo de hoy, pero nos horrorizamos cuando nos enteramos de aquellas más brutales, más primarias, que escapan a la comprensión, a lo políticamente correcto. Tinta Roja, el libro de Alberto Fuguet es magistral en retratarlo a través de la historia de aquél periodista policial que presencia crímenes y escribe sobre ellos con una frialdad increíble, como si se tratara de cualquier cosa, y no hubiera seres humanos detrás de ellas, pero se torna incapaz de seguir ante la muerte de su propio hijo discapacitado. Ahí el reportero se tornó protagonista también de la crónica roja al cargar su furia contra uno de los responsables de la muerte de su hijo y terminar detenido. Claro, en el libro por solidaridad ante el reportero su caso no se transformó en titular de nada.La segunda noticia fue la de una estudiante del Liceo Mercedes Fritis, antiguo Liceo de Niñas de Copiapó, donde una estudiante acuchilló a otra a la salida. Me impactó mucho la foto que llevaron en el titular, donde le ocultaron la cara a la agresora, pero la mostraron esposada, de espaldas, con el uniforme. Con la clásica falda corta y espada. Es una imagen muy fuerte para mi gusto, sobretodo por lo que representa ver a una estudiante en ese trance.

miércoles, octubre 12, 2005

Adiós Rocinante y Bienvenida Prensa Negra


Bueno, va quedando poco que leer en este país y en esta región. Aclaro: al menos para mis gustos y sólo en lo respectivo a medios de comunicación. Primero el obituario incluyó a los medios que sobrevivieron durante la dictadura, ya en los noventa La Epoca, La Nación Domingo con la renuncia masiva del equipo que hacía periodismo de investigación, luego fue Plan B, que no logró sobrevivir a los avatares del mercado, entre medio Siete más Siete pasó a manos de Copesa. Hubo también otros intentos que a una ciudad como Copiapó no llegaron. Parecían sobrevivir a los problemas del Oligopolio El Periodista y Rocinante, éste última con una propuesta de periodismo más de debate de fondo, con un fuerte acento en lo cultural y el mundo de las ideas.
El Periodista se mantiene, aunque para mi gusto la propuesta de Martorell se ha descafeinizado bastante. Caso aparte y al menos que ronda optimismo es The Clinic, que gracias a su fórmula sarcástica, el humor, mezclado con reportajes, espacios de debate y la publicación de muchas cosas que nadie se atrevía a publicar, han logrado ganarse un público que les permite sobrevivir con la venta. El Mostrador es otro de los sobrevivientes de ese espíritu de libertad de expresión que mece a algunos proyectos periodísticos, que exploran sus diversas fronteras.
Me enteré con pesadumbre que Rocinante, dirigido por Faride Zerán ya no estaría más en los kioscos. Antes pasaba por los kioscos y tenía una oferta que me satisfacía, pero ya no me queda más que seguir leyendo La Nación (los días domingos), La Tercera (que parece que se ha olvidado de investigar), y El Mercurio, que a fin de cuentas no lo puedo evitar especialmente los viernes y fines de semana.
Sólo el Clinic se mantiene, gracias a que vive de sus lectores, ya que el avisaje no se corresponde con el índice de lectura. Y es que ya todos sabemos que las decisiones de los avisadores –llámese Estado y empresas- son bastante ideologizadas y no muestran disposición a apoyar a los proyectos independientes o con cierta mirada crítica.
Bueno, por todo esto bienvenida Prensa Negra, un blog que se propone contar todas aquellas cosas que los medios callan: política editorial, conflictos de intereses y todos esos movimientos silenciosos que muy pocos se enteran pero que a veces son tan noticia como los titulares y terminan en la papelera de los periodistas.

martes, octubre 11, 2005

Adiós Cine Alhambra


Este sábado me enteré por los titulares de los diarios locales que el Cine Alhambra cerraba sus puertas. Fue una de las noticias que más me ha sorprendido en el último tiempo, porque fue directo a mis emociones, me tocó muy cerca. No es un edificio antiguo, ni de butacas incómodas, y durante el último tiempo la empresa hizo un encomiable esfuerzo por mejorar una de las mayores debilidades de la sala: su sonido.
Pero parece que nada fue suficiente para que el público copiapino reaccionara e hiciera el negocio rentable. Lo sé muy bien, porque de acuerdo a las cifras rojas he sido una de las pocas clientas asiduas de este cine que cerró sus puertas sin previo aviso. Me he sorprendido viendo películas que debían atraer a gran cantidad de público, como La Guerra de las Galaxias, Batman Inicia, las infantiles que me han permitido traspasarle a mi pequeño hijo de siete años el gusto por el séptimo arte, viéndolas apenas con un puñado de personas más. No recuerdo que proyección de hace poco la vimos sólo para nosotros, para Cristian y yo en una de esas noches donde la cartelera ofrecía un buen panorama.
Claro, no siempre fue así. Recuerdo haber reservado boletos con mi grupo de amigos en la adolescencia para ver "El Día Después" o "Brazil", cuando muchos de esa última película no entendían nada. También recuerdo la cartelera, siendo niña de "The Walk", antes que construyeran el edificio que hoy se cierra.
Hay otros recuerdos, como mi licenciatura, los inicios de las campañas políticas que de cábala allí comienzan, pero eso es menor ante la añoranza de tantas momentos de placer, de la impresión de realidad -según Metz- que te abandona frente a algunas imágenes. Jamás he ido al cine, ni siquiera de adolescente a pololear allí, si bien lo he hecho agradablemente acompañada, porque prefiero como en la actualidad tener con quien compartir una buena escena, o comentar el argumento. Las imágenes siempre fueron más poderosas, y quien me acompañe entiende que es una invitación a compartir un espacio interesante, más que un pretexto para salir con alguien.
Este cierre me provoca mucha nostalgia. Le tengo cariño a este cine, donde al ir siempre me sentía un poco minoritaria en esta ciudad, con sus cerca de 500 butacas, su gran cortinaje y esos detalles de las salas que han ido muriendo en el tiempo. Y el cine me resulta irremplazable a la tv o el Dvd, por esa pantalla grande, la oscuridad, y la dedicación que también significan.
Claro, es cierto que la piratería, la comodidad de ver los filmes en las casas y la simpleza de la televisión hacen que este tipo de cines mueran. Sé de un par de estudios de mercado que han arrojado resultados negativos para los interesados en poner salas de multicines, y ahora dicen que uno de los supermercados que preparan abrir sus puertas en Copiapó tendrá una moderna sala el próximo año.
Pero me quedo con algo de la nostalgia del cineasta Giuseppe Tarnatore cuando ve la gran sala y las proyecciones y la magia. Una nueva sala seguro tendrá mejor sonido, tal vez hasta sea más cómoda, siendo optimistas que se construya, pero no tendrá ya los recuerdos ni el encanto del viejo Alhambra.

martes, octubre 04, 2005

Prohiben a preso que chatee por internet


(O sea para estar realmente preso no se puede acceder a internet)

Mario Cabrera es un asesino, recluido en la cárcel de Copiapó luego que se entregó como autor del homicidio de Carolina Tapia, la joven que había sido su polola y esperaba, además, un hijo de él. Si bien los antecedentes de este caso son bastante fuertes, con la desaparición de esta joven por cerca de un año, ahora lo que me llama la atención es otro hecho: en la escuela de la cárcel le prohibieron estar en la sala de computación que tiene red enlaces.
La idea, según la noticia de Diario Chañarcillo, era evitar que el joven chateara, y rompiera así con su reclusión. Lo sacaron de internet como una forma de evitar que esté libre en el ciberespacio.
Esta noticia nos plantea una disyuntiva sobre la cual jamás había pensado, ni leído noticias, ensayos o visto esbozada en algún lugar: los presos para estar realmente recluidos también deben tener como parte de sus rejas aislantes del mundo la desconexión de internet. Si están al otro lado de la brecha, navegando como cualquier cibernauta, tienen su blog, mail, acceden a los chat y escriben lo que desean en realidad están absolutamente libres en el ciberespacio, aunque sus cuerpos estén encerrados.
Una moderna forma de actualizar ese pensamiento de Sócrates respecto a que la libertad espiritual es más importante que las rejas de una cárcel, ya que un hombre libre jamás podría estar preso, ni aún en la más horrorosa y estrecha cárcel. Para estos tiempos, aunque dejemos de lado la sabiduría y lo espiritualmente libre -que tanta falta hacen-, nuestros cerebros pueden permanecer libres mientras nuestros cuerpos están tras las rejas. Una posibilidad más de internet.