Fuguet por estos días ha vuelto a estar en primera plana luego que estrenara “Se Arrienda”. Por cierto no he visto su opera prima como director, aunque sí he leído las entrevistas que ha dado a El mercurio, La Nación Domingo y The Clinic. Como vivo en una ciudad donde ahora no hay cine, no tengo muchas expectativas de ver prontamente la película, razón por la que voy a hablar más bien de su autor.
Lo leí por primera vez con “Sobredosis” en la edición de Planeta que también tiró a Pablo Azocar con la inolvidable “Natalia” por ahí por el ´99. Dicho sea de paso, dos autores con los que me he quedado a través del tiempo. Me gustó esa forma desenfadada y distinta de hacer literatura de Fuguet, en especial la aproximación que hace a la dictadura con “Pelando a la Rocío”, tan humana, tan real, en un libro que se autoproclamaba con sobredosis también de política y lo que por ese entonces era una literatura que mayoritariamente hablaba de los traumas de la época.
Me gustó y me gusta Fuguet, engancho con su estilo directo, su forma de utilizar el punto de vista interior, de hacerme entrar en los ojos y en la mente de sus personajes. A través del tiempo he ido entendiendo el rechazo que provoca en muchos, que prefieren tildarlo de varias cosas en busca de la descalificación. Creo que se trata más bien de quienes preferirían que a sus campos no entraran narradores como Fuguet, que se nutren de una realidad cercana, que alimentan la literatura con personajes que se desenvuelven en mundos a los que muchos no tenemos acceso, o en algunos casos que tienen referentes cercanos.
Con “Se Arrienda” el tema es conocido. Los idealistas que juraban no transar y que terminan vendiéndose por una posición, un trabajo o lo que ellos valoren. Ejemplos yo también he visto muchos, aunque en la época que yo estudié ya no habían tantos y a la mayoría de mis compañeros les interesaba más el éxito, definido para la mayoría más bien como los quince minutos de fama que Warhol decía que todos merecemos.
Vuelvo a Fuguet. Siempre he sentido su soledad, ese extrañamiento que lo marcó de niño y que a estas alturas comprendo, tal vez gracias a mi propia historia. Porque Fuguet estudia periodismo, pero tiene intereses y un background distinto, y es cuestionado por ello. No lo dejan ser completamente parte de. Cuando hace literatura también lleva a cabo la empresa desde su mirada, hasta entonces bastante divergente, citando a autores norteamericanos que pocos por entonces estaban interesados en mirar, y los escritores parecen defender y resistirse a este nuevo personaje, descalificándolo. Tampoco lo dejan ser parte de ellos. Pero tiene éxito, lo leen y muchos lectores comienzan a valorarlo, lo que también pasa en su ejercicio periodístico. Es periodista, pero también es escritor, y en definitiva un narrador que tiene algo que decir y nadie está dispuesto a valorar su propuesta fácilmente.
Al final, Fuguet como él mismo dice, ha seguido su camino mirando el horizonte y en eso no se ha perdido, siendo más consecuente que muchos de sus compañeros de universidad que cambiaron. Y no es que piense que el cambio sea malo, hay apreciaciones que sólo te las da la madurez, pero eso de no perder el sueño, que ames lo que estás haciendo, o al menos tengas un sentido de vida profundo en lo que haces –trabajo, vida social, un blog, lo que sea- me parece necesario. Y en eso no es fñacil encontrar compañeros de ruta que valoren y entiendan lo que haces, Fuguet al menos ha debido buscar su propia tribu.
Lo leí por primera vez con “Sobredosis” en la edición de Planeta que también tiró a Pablo Azocar con la inolvidable “Natalia” por ahí por el ´99. Dicho sea de paso, dos autores con los que me he quedado a través del tiempo. Me gustó esa forma desenfadada y distinta de hacer literatura de Fuguet, en especial la aproximación que hace a la dictadura con “Pelando a la Rocío”, tan humana, tan real, en un libro que se autoproclamaba con sobredosis también de política y lo que por ese entonces era una literatura que mayoritariamente hablaba de los traumas de la época.
Me gustó y me gusta Fuguet, engancho con su estilo directo, su forma de utilizar el punto de vista interior, de hacerme entrar en los ojos y en la mente de sus personajes. A través del tiempo he ido entendiendo el rechazo que provoca en muchos, que prefieren tildarlo de varias cosas en busca de la descalificación. Creo que se trata más bien de quienes preferirían que a sus campos no entraran narradores como Fuguet, que se nutren de una realidad cercana, que alimentan la literatura con personajes que se desenvuelven en mundos a los que muchos no tenemos acceso, o en algunos casos que tienen referentes cercanos.
Con “Se Arrienda” el tema es conocido. Los idealistas que juraban no transar y que terminan vendiéndose por una posición, un trabajo o lo que ellos valoren. Ejemplos yo también he visto muchos, aunque en la época que yo estudié ya no habían tantos y a la mayoría de mis compañeros les interesaba más el éxito, definido para la mayoría más bien como los quince minutos de fama que Warhol decía que todos merecemos.
Vuelvo a Fuguet. Siempre he sentido su soledad, ese extrañamiento que lo marcó de niño y que a estas alturas comprendo, tal vez gracias a mi propia historia. Porque Fuguet estudia periodismo, pero tiene intereses y un background distinto, y es cuestionado por ello. No lo dejan ser completamente parte de. Cuando hace literatura también lleva a cabo la empresa desde su mirada, hasta entonces bastante divergente, citando a autores norteamericanos que pocos por entonces estaban interesados en mirar, y los escritores parecen defender y resistirse a este nuevo personaje, descalificándolo. Tampoco lo dejan ser parte de ellos. Pero tiene éxito, lo leen y muchos lectores comienzan a valorarlo, lo que también pasa en su ejercicio periodístico. Es periodista, pero también es escritor, y en definitiva un narrador que tiene algo que decir y nadie está dispuesto a valorar su propuesta fácilmente.
Al final, Fuguet como él mismo dice, ha seguido su camino mirando el horizonte y en eso no se ha perdido, siendo más consecuente que muchos de sus compañeros de universidad que cambiaron. Y no es que piense que el cambio sea malo, hay apreciaciones que sólo te las da la madurez, pero eso de no perder el sueño, que ames lo que estás haciendo, o al menos tengas un sentido de vida profundo en lo que haces –trabajo, vida social, un blog, lo que sea- me parece necesario. Y en eso no es fñacil encontrar compañeros de ruta que valoren y entiendan lo que haces, Fuguet al menos ha debido buscar su propia tribu.
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