martes, octubre 11, 2005

Adiós Cine Alhambra


Este sábado me enteré por los titulares de los diarios locales que el Cine Alhambra cerraba sus puertas. Fue una de las noticias que más me ha sorprendido en el último tiempo, porque fue directo a mis emociones, me tocó muy cerca. No es un edificio antiguo, ni de butacas incómodas, y durante el último tiempo la empresa hizo un encomiable esfuerzo por mejorar una de las mayores debilidades de la sala: su sonido.
Pero parece que nada fue suficiente para que el público copiapino reaccionara e hiciera el negocio rentable. Lo sé muy bien, porque de acuerdo a las cifras rojas he sido una de las pocas clientas asiduas de este cine que cerró sus puertas sin previo aviso. Me he sorprendido viendo películas que debían atraer a gran cantidad de público, como La Guerra de las Galaxias, Batman Inicia, las infantiles que me han permitido traspasarle a mi pequeño hijo de siete años el gusto por el séptimo arte, viéndolas apenas con un puñado de personas más. No recuerdo que proyección de hace poco la vimos sólo para nosotros, para Cristian y yo en una de esas noches donde la cartelera ofrecía un buen panorama.
Claro, no siempre fue así. Recuerdo haber reservado boletos con mi grupo de amigos en la adolescencia para ver "El Día Después" o "Brazil", cuando muchos de esa última película no entendían nada. También recuerdo la cartelera, siendo niña de "The Walk", antes que construyeran el edificio que hoy se cierra.
Hay otros recuerdos, como mi licenciatura, los inicios de las campañas políticas que de cábala allí comienzan, pero eso es menor ante la añoranza de tantas momentos de placer, de la impresión de realidad -según Metz- que te abandona frente a algunas imágenes. Jamás he ido al cine, ni siquiera de adolescente a pololear allí, si bien lo he hecho agradablemente acompañada, porque prefiero como en la actualidad tener con quien compartir una buena escena, o comentar el argumento. Las imágenes siempre fueron más poderosas, y quien me acompañe entiende que es una invitación a compartir un espacio interesante, más que un pretexto para salir con alguien.
Este cierre me provoca mucha nostalgia. Le tengo cariño a este cine, donde al ir siempre me sentía un poco minoritaria en esta ciudad, con sus cerca de 500 butacas, su gran cortinaje y esos detalles de las salas que han ido muriendo en el tiempo. Y el cine me resulta irremplazable a la tv o el Dvd, por esa pantalla grande, la oscuridad, y la dedicación que también significan.
Claro, es cierto que la piratería, la comodidad de ver los filmes en las casas y la simpleza de la televisión hacen que este tipo de cines mueran. Sé de un par de estudios de mercado que han arrojado resultados negativos para los interesados en poner salas de multicines, y ahora dicen que uno de los supermercados que preparan abrir sus puertas en Copiapó tendrá una moderna sala el próximo año.
Pero me quedo con algo de la nostalgia del cineasta Giuseppe Tarnatore cuando ve la gran sala y las proyecciones y la magia. Una nueva sala seguro tendrá mejor sonido, tal vez hasta sea más cómoda, siendo optimistas que se construya, pero no tendrá ya los recuerdos ni el encanto del viejo Alhambra.

1 comentario:

burtonbk dijo...

¡Ufff por fin escribes! nuestro blog te está esperando también.

Comparto plenamente, también fui al alhambra un par de veces...sin embargo las ventajas de la modernidad se devoran día a día joyitas como ésta, pese a la comididad del cable, el dvd o los cines modernos yo prefierto mil veces la incomodidad de una butaca dura y una sala semivacía donde sólo estoy yo y la cinta. Vaya mi homenaje para otros cines emblemáticos, El Nacional y el extinguido Colón de Antofagasta, donde viví momentos realmente inolvidables