Un viejo marxista decía que fumar, o beber o consumir drogas era sólo una muestra del desprecio por la vida, una demostración tangible de que no somos felices. “No es que no sepamos lo que provoca el cigarro, no hay que pensar que somos tontos o ignorantes, no es tan simple”, decía.
No importa cuando, pero escuchaba música, fuerte, muy fuerte, con mi pareja al lado y disfrutaba de un cigarro como nunca. Uno de esos preciosos momentos donde la música era el más íntimo contacto, y el cigarro parte del placer. Un escaso instante en que el cigarro era más bien parte de una forma de amor por la vida.
Hoy es otro día, otro momento y miro el cenicero y siento que son sólo colillas inútiles en el cenicero, restos de lo fumado con ansiedad, cigarros fantasmas de aquél otro que me provocó el máximo placer, repeticiones del mismo acto que sólo frustran el resultado. Una búsqueda de atrapar o repetir esa otro que se quedó en nuestra piel, parte de ese otro momento indisoluble de la banda sonora, de sensaciones de plenitud. Y de la impresión momentánea de inmortalidad en la que no importa nuestra fecha de muerte –hoy, un año, veinte o cincuenta más- porque el presente es intenso, cegador, no permite más vista que ésa.
El placer también es egoísta y efímero y tan sólo repetimos y entonces no nos importa matarnos y arrojarnos el humo en la cara, en los pulmones y en la vida porque sí, claro, no somos felices siempre y a veces lo somos y bien por eso, aunque al final de cuentas qué se yo lo que es la felicidad.
No importa cuando, pero escuchaba música, fuerte, muy fuerte, con mi pareja al lado y disfrutaba de un cigarro como nunca. Uno de esos preciosos momentos donde la música era el más íntimo contacto, y el cigarro parte del placer. Un escaso instante en que el cigarro era más bien parte de una forma de amor por la vida.
Hoy es otro día, otro momento y miro el cenicero y siento que son sólo colillas inútiles en el cenicero, restos de lo fumado con ansiedad, cigarros fantasmas de aquél otro que me provocó el máximo placer, repeticiones del mismo acto que sólo frustran el resultado. Una búsqueda de atrapar o repetir esa otro que se quedó en nuestra piel, parte de ese otro momento indisoluble de la banda sonora, de sensaciones de plenitud. Y de la impresión momentánea de inmortalidad en la que no importa nuestra fecha de muerte –hoy, un año, veinte o cincuenta más- porque el presente es intenso, cegador, no permite más vista que ésa.
El placer también es egoísta y efímero y tan sólo repetimos y entonces no nos importa matarnos y arrojarnos el humo en la cara, en los pulmones y en la vida porque sí, claro, no somos felices siempre y a veces lo somos y bien por eso, aunque al final de cuentas qué se yo lo que es la felicidad.
2 comentarios:
Hola!
el cigarro nos seduce... nos encanta... pero al final nos deja con un gusto desagradable en la boca... y un terrible olor en las manos!
lastima que dure tan poco y nos cause tanto mal!
yapos!
saludos!!!!
Jesicucha sabes que compartimos el mismo vicio, pero mi mirada es más banal, yo simplemente no puedo vivir sin él, pero recuerdo cuando recién había nacido el edu y tu me pediste desesperadamente una pitiada, te la dí y tu cara de placer era indescriptible acuérdate de eso también.
cariños burtonbk
Publicar un comentario