Este miércoles fue sorpresivo. Amaneció lloviendo en esta ciudad, que rara vez experimenta este tipo de fenómeno. Más sorprendente aún fue enterarnos ya en la mañana que en los alrededores había nevado.
Pudimos disfrutar del espectáculo de ver las dunas del desierto nevadas, algo pasajero pero de una belleza tan violenta además por su rareza, que sólo quedaba conmoverse y disfrutarlo.
Uno de esos momentos para recordar, después de haberlo disfrutando a concho, como dice un viejo cuento, de esos momentos que realmente constituyen la vida. Mi amiga Claudia, como pueden ver, aprovechó de poner en práctica esa capacidad de disfrutar.
3 comentarios:
Jessica, gracias por dejar ese mensaje sobre mis ventanas, veo que lo escribiste con la yema de tú índice izquierdo. Mis cristales siempre están húmedos y es fácil graficar algo sobre ellos. Me gusta el desierto y la razón es porque llegué a esta versión de mundo precisamente por ahí, broté durante un noche del desierto más árido e inerte del mundo, muy cerca de donde estás tú. No te pierdas, vuelve seguido y sigue dejando mensajes sobre las ventanas. Me gusta.
Un Abrazo,
Kristian Zahn.
Hermoso nada más que decir, no hay palabras...quizás una sana envidia...jajajja
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