miércoles, agosto 10, 2005

Comunicación Mass Media


Prende la televisión. Se tira en el sillón cansada de tantos platos sucios, demasiada limpieza, de ese orden de todos los días desde hace ya casi cinco años. No quiere pensar, sólo sumergirse en la pantalla del televisor. Un canal, otro y otro: deportes, el chavo, noticias y una vieja teleserie.
A medio país de distancia un sobreactuado animador habla. Pero el primer plano de un rostro demasiado conocido le aprieta el estómago, recordándole la existencia de su cuerpo. La cámara huye, buscando las expresiones de los otros concursantes que conmoverán a los espectadores, emocionados en sus casas frente al juego de quienes pueden ser ganadores de más de cinco minutos de fama y de algún dinero.
Ella sólo quiere estar segura, ver de cerca ese rostro que durante tantos años la conmovió. Respira y puede visualizar en su mente cada una de sus facciones, recuerda el olor de ese hombre que amó cuando la vida aún estaba abierta a las posibilidades y las sorpresas que finalmente nunca llegaron. O que tal vez ella misma cerró. Ahora estaba ahí, escapando unos minutos a su rutina de atender marido, cuidar hijos y no tener sueños, solo planes.
Se concentra con ansiedad en la televisión para comprobar si puede ser posible pero la pantalla es esmera en el público con sus gritos destinados a guiar a los concursantes, se mueve para mostrar a los tres competidores con el set de fondo, muestra los dedos entrecruzados de alguno de ellos - ¿serán las suyas?-. Y el animador anuncia la última oportunidad para desequilibrar el empate, grita, hace vociferar al público y la televisión suena más fuerte mientras ella tiene la certeza de que cuenta con sólo unos segundos para cambiar su historia deponiendo los años de distancia, para dejar atrás la nostalgia que lleva clavada y que cada cierto tiempo le reclama develándole la inercia de tanta vida hecha sin ganas. Siente que ahora puede, ahora que él existe y está ahí, en su televisor. Ella podrá cambiar la historia.
Toma el teléfono. Consigue el número de producción. Se comunica con una voz que le dice que está prohibido entregar información sobre los concursantes y que no podrá entregar su mensaje al competidor. Ella dice gracias con apenas un hilo de voz mientras un timbre anuncia el final del concurso y de su ilusión de cambiar, que aún era posible un viraje en su vida. La cámara le regala un primer plano de ese rostro querido, que le revela su pena. Ahora un desconocido celebra su triunfo en un abrazo que la pantalla exhibe, acerca cada vez más para centrarse en la felicidad y dejar atrás para siempre a los perdedores.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

que raro eso de los perdedores...

Anónimo dijo...

sigo buscándote, sigo solo...
será porque hoy no es día inteligente?
yo... directamente relacionado con C. Mass Media

Anónimo dijo...

Jessica... sólo un tonto como yo no pensó antes buscarte en internet... pero te encontré...
necesito tu mail.
el mío es piratadrake1970@yahoo.es
y clausdrake@gmail.com
porfa envíame el tuyo!!!
C. Mass Media me revolvió todo... y sólo tú sabes el porqué...
un gran abrazo para el amor de mi vida...

indemne dijo...

Uph, me gustó mucho este cuento porque tiene la duración adecuada para la historia contada. O sea, no hay absolutamente nada de relleno y la tensión está manejada con elegancia. Es como caer por un tobogan sin absolutamente ningún sobresalto y por tanto la historia fluye, lo cual no quier decir que la historia no tenga relieve, porque a partir de la monotonía de la vida de esa mujer, ya en el segundo párrafo hay un quiebre.
Lo mejor es el final y su ambiguedad. Al mncionar a los perdedores el lector puede inferir que el narrador se refiere a los otros concursantes, pero también está la opción de que se refiera a este personaje femenino que se frustra con lo sucedido.
Excelente. Me gustó mucho.