El último informe de Desarrollo Humano en Chile versó sobre el poder. Y una de las principales conclusiones que arrojó fue que los medios de comunicación son percibidos como la institución con mayor poder del país, en lo que denominaron el “Poderómetro”. Y casi tres de cada cuatro personas piensan que los medios de comunicación han cambiado en el último tiempo. De ellos, el 42 por ciento opina que esta transformación es positiva.
Datos que también habían sido adelantados por otros estudios, como el de Cep-Adimark que analiza la confianza, donde los medios de comunicación habían despegado positivamente a partir del año 2003, mientras las instituciones como la iglesia, el ejército, y el poder judicial caían estrepitosamente.
Sin lugar a dudas, este aumento de la confianza en los medios de comunicación y la percepción del poder que tienen en sus manos, es altamente positiva, y tiene su inicio en lo que ha ocurrido durante los últimos dos años. Eso que algunos han llamado “aires de libertad de expresión” o como Alberto Luengo alguna vez escribió en La Nación Domingo “La Rebelión De La Prensa Y El Malestar De Las Elites”.
Y es que en Chile, claramente hubo 17 años de oscurantismo, roto sólo por quienes estuvieron en las trincheras de los medios de comunicación que lograban pasar la censura. Pero en la transición, la prensa continuó, en el afán de mantener la gobernabilidad, en una alianza con las elites, con las instituciones, donde el factor noticioso era menos importante que la defensa o protección de quienes ostentaban el poder.
El periodismo de investigación, el libre debate de ideas por medios en principio pioneros, y luego por la prensa en general, han transformado la pauta informativa, con el resultado de una agenda pública donde la crítica ciudadana, la labor de fiscalización a las instituciones y a las figuras públicas, y la disminución del velo intocable de la vida privada y del secreto inspirado en razones institucionales a favor de la transparencia, han comenzado a primar. Hoy los medios se atreven a mirar y a ahondar en nuestro pasado, en nuestros presentes y en las zonas oscuras de los poderosos.
La alianza de los medios con las elites está cediendo, para que los medios actúen más a favor de públicos con menos poder, haciendo así una mejor distribución y más sana de él en nuestra sociedad.
Este cambio me produce optimismo. Pero cabe preguntarnos ¿Qué tanto de este proceso se ha traspasado a nuestros medios regionales? Una interrogante nada fácil de responder en un espacio informativo donde las características propias de la industria regional hacen más complejo el desarrollo de la labor de la prensa.
Datos que también habían sido adelantados por otros estudios, como el de Cep-Adimark que analiza la confianza, donde los medios de comunicación habían despegado positivamente a partir del año 2003, mientras las instituciones como la iglesia, el ejército, y el poder judicial caían estrepitosamente.
Sin lugar a dudas, este aumento de la confianza en los medios de comunicación y la percepción del poder que tienen en sus manos, es altamente positiva, y tiene su inicio en lo que ha ocurrido durante los últimos dos años. Eso que algunos han llamado “aires de libertad de expresión” o como Alberto Luengo alguna vez escribió en La Nación Domingo “La Rebelión De La Prensa Y El Malestar De Las Elites”.
Y es que en Chile, claramente hubo 17 años de oscurantismo, roto sólo por quienes estuvieron en las trincheras de los medios de comunicación que lograban pasar la censura. Pero en la transición, la prensa continuó, en el afán de mantener la gobernabilidad, en una alianza con las elites, con las instituciones, donde el factor noticioso era menos importante que la defensa o protección de quienes ostentaban el poder.
El periodismo de investigación, el libre debate de ideas por medios en principio pioneros, y luego por la prensa en general, han transformado la pauta informativa, con el resultado de una agenda pública donde la crítica ciudadana, la labor de fiscalización a las instituciones y a las figuras públicas, y la disminución del velo intocable de la vida privada y del secreto inspirado en razones institucionales a favor de la transparencia, han comenzado a primar. Hoy los medios se atreven a mirar y a ahondar en nuestro pasado, en nuestros presentes y en las zonas oscuras de los poderosos.
La alianza de los medios con las elites está cediendo, para que los medios actúen más a favor de públicos con menos poder, haciendo así una mejor distribución y más sana de él en nuestra sociedad.
Este cambio me produce optimismo. Pero cabe preguntarnos ¿Qué tanto de este proceso se ha traspasado a nuestros medios regionales? Una interrogante nada fácil de responder en un espacio informativo donde las características propias de la industria regional hacen más complejo el desarrollo de la labor de la prensa.
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